El autor del cual
reflexionaré, por medio de éste ensayo, Gilles Lipovetsky y su camarada
Sébastien Charles, nos traen un muy interesante y curioso libro, que nos
llevará por una odisea (la misma que sufrí al tratar de conseguir éste libro);
de pensamientos paradójicos sobre la modernidad actual desde la perspectiva
individual del humano hasta las necedades de los monopolios para poder existir
y las consecuencias ecológicas y psicológicas que tienen en nosotros como
“animales políticos” como diría Aristóteles. Ellos nos tratan de explicar, a lo
largo de sus 133páginas, por medio de ejemplos y circunstancias históricas
sobre cómo con tal de ser seres más sofisticados y “superiores”, la tecnología
no sólo no ha dado la ventaja de hacer lo que queramos con una mayor velocidad
y “aparentemente” a un menor precio, sino que también nos ha aislado de
nosotros mismos sea como personas o de nuestra verdadera personalidad. Nos
redactarán y explicarán por qué ahora sucede lo que sucede con las redes
sociales, con los medios de comunicación y quién lo diría, también en la
política (desde el aspecto monetario) y la espiritualidad y moral.
Todos recordamos, gracias a
las clases de historia o al pasado mismo, que la Revolución Industrial es
considerada el nacimiento de la modernidad; fue ahí donde surgieron los
primeros autos con motor, comenzaron las fotografías, las fábricas de todo lo
que pienses e imagines, la radio, el telegrama, el tren a vapor, la invención
de nuevos medicamentos y artefactos para la vida cotidiana, inclusive
muchísimos estudios que revolucionarían la ciencia como ahora la conocemos se
dieron a cabo en esos años… En esos años (1790- 1900) el ingenio y la
creatividad humana parecía que florecía y no dejaba de expandirse. Pero si eso
fue el nacimiento de la modernidad humana entonces ¿por qué en éstos últimos 10
años pareciera que no es la creatividad humana la que se expande si no algo
más? ¿Qué es eso que hace que se sigan creando cosas que ya no se necesitan y
no se crean cosas que si se necesitan?
Ese algo o eso el autor lo
llama “La segunda revolución moderna” o híper-modernidad, la cual nos las
describe de la siguiente manera: “Representa de manera muy pequeña el triunfo
definitivo del materialismo y el cinismo que asistimos por el contrario a la
consolidación de una serie de sentimientos y valores: como la sociabilidad, el
voluntariado, la dignidad moral y la valoración del amor. Dándonos como
resultado: individuos, pero no personas.”
Qué loco, ¿verdad? Yo he
percibido a lo largo de mi vida cómo las personas que han nacido en plena
post-modernidad son más ágiles para usar los medios tecnológicos, pero se han
vuelto tan hábiles con estos que no pueden vivir sin ellos. Mis primos, los
cuales no rebasan de los 10 años, siempre están al tanto de las celebridades
cibernéticas, sobre tendencias o sobre el uso de sus aparatos electrónicos,
pero cuando la luz se va, me deleito al verlos como ellos miran sus teléfonos
(definitivamente más inteligentes que ellos) con el pavor de que la batería no
se extinga antes de lo que ellos desearan y a veces como castigo no les quito
el aparato sino les arrebato sus cargadores o apago el modem de internet,
porque eso les pega más fuerte que quitarles su juguete favorito. ¿Se lo habían
puesto a pensar? Lo que debería ayudarnos a liberarnos o a ser seres más
independientes nos ha vuelto esclavos, tanto en cuerpo y alma, para al final
envolvernos en un estado de esclavitud, burocracia e inclusive disciplinario.
Si a mí me cortan el Internet o la luz aún puedo solucionar mis problemas;
puedo prender velas, si quiero información busco en mis viejas enciclopedias o
libros y si tengo que comunicarme con alguien a distancia para eso está el
teléfono o puedes mandar una carta, también para calentar comida tengo una
chimenea alterna pero si a alguien que nunca ha hecho algo sin Internet,
electricidad o simplemente algo por sí mismo sin que una máquina lo haga por él
está casi discapacitado, atrapado, por no decir muerto.
Gilles Lipovetsky nos da la
siguiente explicación: “Los perpetuos escarceos de moda son un efecto de las
nuevas valoraciones sociales vinculadas a una nueva posición e imagen del
individuo respecto al conjunto colectivo.”
Para que se pudiera dar el
auge de éstas nuevas tecnologías, fue precisa una revolución de imagen sobre
cómo deberían ser las personas y como deberían pensar, alterando sus
mentalidades y sus valores. Por ejemplo,
antes si eras un “geek” o “nerd” o simplemente raro se burlaban de ti pero
ahora la nueva moda es ser raro, todo lo que involucra a los comic´s, los
libros (algunos, porque la gente que sólo sigue modas es obvio que no lee
porque no puede pensar por sí misma) o hacer cosas alocadas. O la figura ideal
del cuerpo humano; en la edad media era considerado bello que las personas
fueran gordas porque significaba que tenían dinero y eran sanas, luego fue
considerado que fueran proporcionadas en la cultura griega, luego en la
modernidad se pensaba que lo mejor era ser delgado y actualmente se pelea que
significa ser proporcionado, si ser falco es sano o arriesgado y si lo mejor es
ser ejercitado.
Pero si no eres capaz de
adaptarte o de seguir el ritmo, en mi caso las computadoras y en el de mi
hermana la estufa, entonces la gente se burla de ti ¿por qué? Porque todo gira
en la actualización, en estar al tanto de, en saber sobre eso, conocer sobre
aquello… Porque ya sea en el mundo real o en el cibernético, la gente está
comenzando a unirse al mismo tiempo que se separa. Como decía Sygmunt Bauman en
su libro de Vida Líquida: “la vida se trata de ampliar horizontes, ya no podemos mantenernos en un lugar o en un
hábito, volviéndonos nómadas casi a la fuerza. La vida ya no concluye si no que
se comienzan nuevos ciclos para aparentar lo inconcluso.” Por eso es que hacer
amigos, verdaderos y buenos amigos, en la actualidad es muy complicado porque
las relaciones ya no van más allá de mandar emojis por el celular o una imagen
graciosa en alguna red social, las conversaciones entre muchas personas se han
vuelto estándar y casi frívolas, como los medios a los que están ligados. Casos
como el de mi hermano que junto a sus 3 mejores amigos se conocieron desde
guardería y estuvieron juntos hasta la Universidad, a pesar de estar en lados
distintos se seguían viendo. Yo no conozco historias así en estos tiempos
modernos y creo que el motivo es porque la gente cree que no necesita de eso
para tener una vida feliz, sólo necesitan de ellos mismos, de su mascota y de
su trabajo y del Internet, obviamente.
Puedes elegir comunicarte
entre ambos mundos, tanto en el real como el cibernético, pero debemos recordar
que hablar con alguien por teléfono no es lo mismo que hablarle directo a la
cara, no es lo mismo ver un video gracioso que alguien más hizo que tu
experimentar situaciones que te darán experiencia personal.
Es aquí donde yo me pregunto
¿quiénes somos realmente? ¿Esas personas que caminan y pretender dialogar unos
con otros? ¿O esas personas perfectas que pretendemos ser en el mundo
cibernético? Pienso que en realidad somos una unidad, algo homogéneo, pero al
tener dos realidades de ti mismo no sólo tendrá un impacto en ti, sino que
también en los demás, pero eso la gente lo olvida ¿por qué? El autor nos dice
lo siguiente: “La lógica del individualismo y de la disgregación de las
tradiciones, se produce gracias a que queremos tomar el control de nosotros
mismos, sin embargo, las súper inversiones que damos sobre los objetos que
creemos que van a darnos una vida placentera nos inhiben la falta total de
voluntad.”
¿Qué está bien? ¿Qué está mal?
¿Yo tengo el derecho de pensar lo que quiera y hacer lo que quiera, no?
¿Entonces que es la libertad y el libertinaje? La híper-modernidad se basa en
eso, según en las palabras de Lipovetsky: “su capacidad de triunfo se basa en
triunfar la ética de los comportamientos irresponsables sobre los responsables,
los cuales son el mecanismo del individualismo, convirtiéndose en un egoísmo
puro.” La libertad es hacer lo que quieras y pensar lo que quieras siempre y
cuando asumas tus responsabilidades y tengas respeto hacia la libertad del otro
y el libertinaje es lo que se le llama ser egoísta, hacer lo que quieras,
cuando quieras, como quieras, donde quieras… Y yo respeto las decisiones que
cada quien tome. “Vive tu vida sin molestar la de los demás, porque tu libertad
termina donde empieza la de tu prójimo”, esa es mi filosofía principal y creo
que la gente aún no distingue esa delgada línea entre lo que puede y debe hacer
(trabajar, divertirse, informarse, etc.) y lo que puede hacer a la vez que no
debería hacer (perjudicar su salud y la de otros, robar, matar, etc.).
¿Paradójico no? Nuestra híper-modernidad, que pretende ser racional y
pragmática, es en realidad una vida egoísta que no acepta buenas intenciones
para resultar afectada. Las responsabilidades son colectivas, o sea,
cooperación de todos y deberían ejercerse con sabiduría y con cierta autonomía,
sin que alguien o algo más te lo imponga. La autonomía es un legado del ser
humano que está en un estado frágil, aun decidiéndose si vivirá o no.
¿Cómo saber qué es lo que
dura? ¿Cómo saber si es útil o inútil? ¿Me hará realmente feliz adquirir éste
producto, seguir ésta ideología o puedo ser simplemente yo? ¿Por qué no puedo
ser auténtico? ¿Cómo saber que lo que estoy decidiendo soy yo y no ese alguien
más que existe en la red que pretendo ser, pero no existe? El autor nos aclara
que el consumismo y la comunicación masiva han debilitado las normas
prioritarias, aumentado el desinterés colectivo y dándole un gran empuje al
individualismo. ¿Te suena? Pues es nada más y nada menos que la globalización
misma, la cual el mismo autor nos dice que se basa en tres elementos básicos:
1) el mercado, 2) la eficiencia técnica y 3) el individuo.
Gracias a la híper-modernidad,
el consumismo ha llegado a tal punto que se tienen un sinfín de productos,
marcas y servicios para todo, para poder satisfacer a la mayor cantidad de
población posible y obtener una ganancia aún mayor ¿crees que la compañía de
Apple saca nuevos teléfonos inútiles porque la sociedad lo necesita? Ellos
quieren hacerte creer que los necesitas, pero en realidad podrías vivir los
años promedio de tu vida sin ellos y no pasaría nada, pero el dinero siempre
hace su magia negra.
Los países que más
contaminación producen son China y EUA, y es por la misma razón anterior.
Porque no pueden detener sus mercados, su nivel de eficiencia les exige estar
trabajando casi sin parar, teniendo que buscar a otros trabajadores
desesperados que estén dispuestos a trabajar 8hrs diarias con un salario mínimo
para que al final puedas tener tu iPhone, tu Mac, tu Nintendo, tus botas de
Zara, tu perfume Channel y un infinito etc. Siendo así algo que el autor llama
“la escala paroxística”, que es el deseo de siempre querer más, obtener más
para ser mejor o creerte mejor, disociarte más para decirte a ti mismo que eres
lo máximo y que no necesitas de otros más que sólo sus productos y querer
probarle algo a los demás. Por ende, los tiempos híper-modernos tienen la
intención de darnos un equilibrio, pero al abusar del libertinaje y basarse en
una mentalidad individual, nos entregan un desorden. Siendo nosotros, los
civiles o consumidores los más afectados. Claro, el planeta tierra es la que
tiene que cargar con todos esos desechos industriales, tiene que soportar
nuestros abusos de recursos para que podamos mantener nuestros deseos efímeros
que creemos necesitar pero que en realidad no la necesitamos, entonces ¿de
quién es la culpa? ¿De las empresas que sólo piensan en ellos? ¿De nosotros por
aceptarlos y permitirles lo que nos hacen y le hacen al planeta? La respuesta es
sí, la culpa es de todos. Podemos quejarnos todo lo que queramos, pero como
digo yo “queja sin propuesta es igual que un sonido molesto.” Las cosas grandes
cambian cuando se empieza por lo pequeño.
La televisión y el Internet
que pretenden poseer la transparencia total gracias, como dice el autor “a su
diluvio de montañas digitales”; al año se crean más de 100,000,000 aplicaciones
para los celulares y se descargan 50,000,000 de ellas cada año, algunas más que
otras claro. La televisión crea cada vez más espacios para que la gente pueda
exponer sus ideas, se adapta de una manera casi similar al Internet otorgando
nuevos contenidos, con nuevos canales, con nuevas normas, con nuevos modelos…
Siempre cambiante al igual que su competencia. Ya no hay otra opción que
evolucionar, que acelerar nuestra velocidad para no quedarnos atrás siendo todo
muy impredecible y en cuanto más incierto sea nuestro futuro más buscaremos la
movilidad, la maleabilidad, propensos al cambio permanente, cambios modernos
que cada vez serán más modernos que seguirán con esa intención. Siendo todo
reemplazado por una sensación de incertidumbre; a la fecha yo aún temo que los
robots nos traten de matar a todos, pues gracias a que el ser humano tiene la
necesidad de crear tiene el sueño de dar vida… pero hacer que una inteligencia
artificial sea más inteligente y más agresiva me da algo de pavor…
¿Nosotros realmente estamos
aquí? ¿Quiénes somos en verdad? ¿Podemos tener una identidad sin la necesidad
de seguir a alguien o a algo? ¿Las tecnologías nos ayudan en realidad?
Yo pienso que, rescatando todo
lo anterior es que ésta época es nada más y nada menos que un enorme esfuerzo
de desmitificar la vida, reduciéndose sólo a recuerdos de lo que fuimos y no de
lo que somos o lo que podríamos llegar a ser, siendo también una época con una
gran crisis del futuro, dejando de lado las necesidades del espíritu y sólo
concentrándose en lo fisiológico. El consumismo, desde mi propia perspectiva,
se enfoca en satisfacer esas supuestas necesidades fisiológicas y pretenden a
aspirar a ser absolutas, lo que causa que se vuelva un hecho cada vez más
desenfrenado lleno de temores e inquietudes.
Por ejemplo, yo no puedo vivir
en lugares donde existan demasiados ruidos artificiales, mis oídos son muy
sensibles ante eso, pero gracias a que mis sentidos no están tan saturados
puedo deleitarme más con las cosas que hay a mi alrededor y puedo pensar con
claridad. A cambio de aquellos que viven en grandes ciudades están todo el
tiempo alterados, no pueden disfrutar nada en realidad y no pueden pensar con
claridad. Si pongo atención, ellos mismos insisten en que te unas a ellos y que
te apresures, que no te quedes atrás porque ellos no piensan esperarte.
Insisten también en que te conectes con ellos lo más rápido que puedas y te
desconectes de lo demás, pero ¿eso sería lo correcto? ¿Sería natural? ¿Estaría
bien pretender que no pasa nada en la realidad y que la única verdad es lo que
mi perfil de Facebook, de Instagram, de Youtube, etc. dice de mí? Lo que nos
define no es ese “pasado perpetuo, que las redes sociales pretender ser.” Como
diría el autor, “sino que son un deseo de renovar de manera perpetua a uno
mismo y su entorno.”
¿Es eso posible? Al mi parecer
no, al menos no de manera completa. Pueden elevar tu autoestima, mantenerte en
contacto con otras personas que se encuentran lejos pero no pueden ser un
sustituto de nosotros mismos; máquinas hay muchas, redes sociales se seguirán
creando, pero nosotros somos único e irrepetibles. ¿Te has fijado que las
células cerebrales son idénticas a las partículas electromagnéticas que se
encuentran en el universo conocido y que protegen al nuestro planeta de
meteoritos? Varios teólogos, incluyendo Stephen Hawking, han propuesto que
éstas ondas permiten que todo funcione porque son conexiones, son lazos que
unen unas piezas con las otras estando en armonía y que esas ondas
electromagnéticas que se encuentran en el planeta tienen cierta influencia en
nuestras cabezas. De hecho la invención del Internet se dio a cabo gracias a los
estudios de un físico alemán llamado Albert Shelly que estudiaba a los delfines
y su forma de comunicación y todos esperaban que algún día el ser humano
alcanzara ese nivel intelectual para poder comunicarse por medio de la mente,
exacto, muy a los X-MEN, pero si ya estamos interconectados con nuestra
identidad, nuestro entorno, planeta y universo ¿por qué seguir intentando
buscar éstas maneras tan artificiales?
Gilles Lipovetsky nos dice
esto: “La híper-modernidad no ha reemplazado la fe por la desesperación y el
nihilismo, sino por una confianza inestable, variable según los acontecimientos
y circunstancias […] Motor de la dinámica de las inversiones y el consumo.” Y
ante esto pienso que el optimismo ante el porvenir se ha reducido más no ha
muerto. Como es el caso de la política tanto en México como en el mundo; porque
gracias a ésta incertidumbre la gente cuestiona también gracias al acceso fugaz
de la información y lo que antes no se sabía o decía ahora la gente es libre de
decirlo y los políticos tienen que ser más listos o más honestos (una
combinación de ambas no estaría mal).
Por ende, debemos hacer un
enorme análisis sobre lo que es importante, sobre nuestras acciones y
reflexiones propias, ya sea sobre lo accesorio o lo esencial. Aquella sensación
que luego yo, y seguro muchos otros sienten, es que nos hemos vuelto esclavos
de nuestro propio tiempo y espacio, que nos obliga a organizarnos de manera
individual más no colectiva. Mientras que las relaciones reales poco a poco se
van dando a virtuales, se origina un entorno en el cual no hay unidad ni
sensorialidad, y por eso poco a poco el humano se destruye a sí mismo.
“Cuánto más libre se quiere
una vida, más se reducen las experiencias las expresiones del dolor de vivir.”
Nos revela Lipovetsky. Y yo lo interpreto de ésta manera; cada vez que buscamos
una vida más cómoda, más placentera y más fácil nos olvidamos de las
experiencias de vivir, olvidamos que somos humanos y tenemos derecho a
equivocarnos con tal de que aceptemos nuestros errores y los superemos, pero la
gente ya no quiere retos, o más bien, los quiere pero que sean fáciles de
vencer pero ¿de qué sería una vida sin retos, si fuera tan fácil cumplir todos
tus sueños, qué valor tendría eso? ¿Serían igual de importantes?
Ya, para finalizar, puedo
discernir gracias a los conceptos del autor y con mis propias conclusiones que
la híper-modernidad no destruye a las tradiciones simplemente las reestructura
mediante la individualización, el aislamiento apelativo y práctico. Es un
universo inseguro, caótico el cual aumenta de igual manera su necesidad de
permanecer unido y con un sentido de seguridad, con una identidad comunicativa
tratando de entender los valores mundiales y los ideales políticos, los cuales
le parecen lejanos o abstractos.
El autor concluye definiendo a
la híper-modernidad como: “No sólo la autocrítica de los conocimientos sino
también del uso de la memoria, la práctica de las creencias tradicionales, la
unión de pasado y presente. Sino que se reconstruyan y se reorganicen de manera
consiente para poderlas enseñar sin tener que imponer ya sea por medio de
principios o la mera individualidad.” A lo que a mi concierne, me gustaría
agregar que la híper-modernidad no es sólo un instrumento de la eficacia, sino
una espiral impredecible con la cual se requiere un enorme esfuerzo colectivo,
casi mundial, para transmitir los valores humanos y defender nuestro planeta.
Bibliografía: Gilles Lipovetsky y Sébastien
Charles, “Tiempos Híper-Modernos”, páginas 8-107, Ed. Anagrama, Barcelona, 2006.
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