Análisis sobre el libro "Las 21 lecciones para el Siglo XXI" de Yuval Noah Harari


Que conste que esto no es sólo para cumplir la cuota de una reseña a la semana como prometí, obvio que no. Terminé mis parciales y ahora estoy de buenas.
Yo: ¿Será que es raro hablar sola?
Yo: No.
Yo: Tienes razón.

En los últimos siglos, el pensamiento liberal desarrolló una confianza inmensa en el individuo racional. Representó a los humanos como agentes racionales independientes, y ha convertido a estas criaturas míticas en la base de la sociedad moderna. La democracia se fundamenta en la idea de que el votante es quien mejor lo sabe, el capitalismo de mercado libre cree que el cliente siempre tiene la razón y la educación liberal enseña a los estudiantes a pensar por sí mismos.
Sin embargo, es un error depositar tanta confianza en el individuo racional.
No solo la racionalidad es un mito: también lo es la individualidad. Los humanos rara vez piensan por sí mismos. Más bien piensan en grupos. De la misma manera que hace falta una tribu para criar a un niño, también es necesaria una tribu para inventar un utensilio, resolver un conflicto o curar una enfermedad. Ningún individuo sabe todo lo necesario para construir una catedral, una bomba atómica o un avión. Lo que confirió a Homo sapiens una ventaja sobre los demás animales y nos convirtió en los amos del planeta no fue nuestra racionalidad individual, sino nuestra capacidad sin parangón de pensar de manera conjunta en grupos numerosos.
De forma individual, los humanos saben vergonzosamente poco acerca del mundo, y a medida que la historia avanza, cada vez saben menos.
Esto no tiene por qué ser malo. Nuestra dependencia del pensamiento de grupo nos ha hecho los amos del mundo, y la ilusión del conocimiento nos permite pasar por la vida sin que sucumbamos a un esfuerzo imposible para comprenderlo todo por nosotros mismos. Desde una perspectiva evolutiva, confiar en el saber de otros ha funcionado muy bien.
La gente rara vez se es consciente de su ignorancia, porque se encierran en una sala insonorizada de amigos que albergan ideas parecidas y de noticias que se confirman a sí mismas, donde sus creencias se ven reforzadas sin cesar y en pocas ocasiones se cuestionan.
La mayor parte de nuestras ideas están modeladas por el pensamiento grupal y no por la racionalidad individual, y nos mantenemos firmes en estas ideas debido a la lealtad de grupo. Es probable que bombardear a la gente con hechos y mostrar su ignorancia individual resulte contraproducente. A la mayoría de las personas no les gustan demasiado los hechos y tampoco parecer estúpidas.

EL AGUJERO NEGRO DEL PODER
El autor habla sobre el Agujero Negro del Poder, donde abarca el problema del pensamiento de grupo y de la ignorancia individual, que afecta no solo a los votantes y clientes comunes, sino también a presidentes y directores generales. Es muy difícil descubrir la verdad cuando se gobierna el mundo. Se está demasiado atareado. Es necesario experimentar con caminos improductivos, probar con callejones sin salida, dejar espacio a las dudas y al aburrimiento, y permitir que pequeñas semillas de perspicacia crezcan lentamente y florezcan. Si no podemos permitirnos perder tiempo, nunca daremos con la verdad.
Y lo que es aún peor: el poder grande distorsiona inevitablemente la verdad. El poder se dedica a cambiar la realidad en lugar de verla como es. Cuando tenemos un martillo en la mano, todo parece un clavo.
Así, el gran poder actúa como un agujero negro que deforma el espacio que lo rodea. Cuanto más nos acercamos, más retorcido se torna todo.
Si realmente queremos la verdad, es necesario escapar del agujero negro del poder y permitirnos la pérdida de mucho tiempo vagando por aquí y por allá en la periferia. El saber revolucionario rara vez llega hasta el centro, porque el centro está construido sobre un conocimiento ya existente.
En las décadas venideras, el mundo se volverá más complejo aún de lo que es hoy en día. En consecuencia, los humanos (ya sean peones o reyes) sabrán menos todavía de los artilugios tecnológicos, de las corrientes económicas y de las dinámicas políticas que modelan el mundo. Como observó Sócrates hace más de dos mil años, lo mejor que podemos hacer en tales condiciones es reconocer nuestra propia ignorancia individual.
Pero ¿qué ocurre entonces con la moral y la justicia? Si no podemos entender el mundo, ¿cómo confiar en distinguir entre lo que está bien y lo que está mal, entre la justicia y la injusticia?

ROBANDO RÍOS
La moral humana se formó a lo largo de millones de años de evolución, adaptándose para tratar con los dilemas sociales y éticos que surgieron en la vida de las pequeñas bandas de cazadores-recolectores. El problema no es de valores. El problema reside en implementar dichos valores en un mundo global complejo. La justicia exige no solo un conjunto de valores abstractos, sino también comprender las relaciones concretas de causa y efecto. El sistema está estructurado de tal modo que quienes no hacen ningún esfuerzo para saber pueden vivir en una dichosa ignorancia y a los que sí lo hacen les costará mucho descubrir la verdad.  
¿Qué es «un esfuerzo sincero por saber»? Es la mirada retrospectiva, reconocer que todos somos cómplices y que a veces disfrutamos de vivir en una dulce y sencilla ignorancia. 
posea un
Algo que debe quedar claro es que el hecho de tener un conocimiento profundo y de primera mano de un punto de vista, eso no significa que comprendamos el punto de vista de otros grupos.
¿Cómo puede alguien entender la red de relaciones entre miles de grupos que se entrecruzan en todo el mundo?

¿REDUCIR O NEGAR?
Al intentar entender y juzgar los dilemas morales a esta escala, la gente suele recurrir a uno de cuatro métodos.
  1. Minimizar la cuestión.
  2. centrarse en una historia humana conmovedora, que presumiblemente representa todo el conflicto.  
  3. Habérselas con los dilemas morales a gran escala es pergeñar teorías conspiratorias.
  4. El último método es crear un dogma, depositar nuestra confianza en
    alguna supuesta teoría, institución o jefe omniscientes y seguirlos allá adonde
    nos conduzcan.
 Y entonces ¿qué hemos de hacer? ¿Debemos adoptar el dogma liberal y confiar en el colectivo de votantes y clientes individuales? Todas las tribus humanas existentes se hallan absortas en promover sus intereses particulares y no en entender la verdad global. Así pues, ¿debemos darnos por vencidos, y declarar que la búsqueda humana para comprender la verdad y encontrar justicia ha fracasado?
¿Hemos entrado oficialmente en la era de la Posverdad?

Ya quiero que acaben las clases online pero no estoy lista para salir al mundo donde habitan los dementores, por lo menos estoy en un limbo.
¿Qué? ¿Bartok el magnífico no está aquí? ¡He sido timada!

Recuerden, no se inyecten cloro ni beban pinol. Mejor pónganse a leer, es bueno para la salud. No lo digo yo, lo dice la ciencia.
@SofiaLuCa18

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